REMOTE REALITY
Si os preguntamos cómo podemos unir videojuegos y realidad, muchos de vosotros diríais la Realidad Virtual (un entorno de escenas u objetos hechos por ordenador pero que intentan recrear y hacer sentir al jugador que está en el mundo real) o la Realidad Aumentada (conjunto de tecnologías que permiten que un usuario visualice parte de mundo real a través de un dispositivo tecnológico).
Pero para este estudio, los videojuegos y la realidad se fusionan de una forma un tanto curiosa. Remote Games es una empresa fundada por personas que comparten la misma idea para los juegos on-line modernos, los remote reality. Para los que no los conozcáis, es un nuevo concepto de la industria que incorpora tecnología robot controlado a distancia. Básicamente se trata de que el jugador controla a un robot en u entorno real, durante un tiempo determinado.
¿Cómo se juega? Básicamente el jugador, al iniciar el juego, se pone a los mandos de un robot (en este caso un coche teledirigido), que controla con el teclado u un mando de videoconsola, y el cual lleva incorporado una cámara que será la vista del jugador. La emisión de vídeo es en directo, y no una simulación por ordenador. El juego se desarrolla en arenas que pueden ubicarse en cualquier parte del mundo.
En realidad, cualquier lugar puede convertirse en una arena de juego, como una colonia en Marte o una cueva subterránea. Sin embargo, en Isotopium Chernobyl nos encontraremos en la zona de exclusión de Chernobyl, en Ucrania. Como podéis imaginar, no se trata de la zona real, sino de una maqueta enorme en la que se ha intentado recrear la ciudad. Según el estudio, esta arena cuenta con un total de 210 metros cuadrados, y el equipo escenógrafo ha trabajado para recrear, incluso, la conocida central nuclear.
El principal objetivo de los jugadores es recolectar "isótopos" raros de toda la arena. Los jugadores resolverán rompecabezas, explorarán la peligrosa ciudad fantasma de Pripyat, participarán en concursos y misiones, y lucharán por sobrevivir. Además, los robots están equipados con docenas de sensores que les permiten interactuar entre sí y con otros elementos de la arena.