El cine tiene magia. Se apagan las luces, comienza la proyección y, si uno no quiere mirar lo que sale en pantalla, puede taparse los ojos o salir un momento de la sala. Porque, sea lo que sea lo que nos incomodaba, ya habrá pasado. Los videojuegos también tienen su magia. Si algo nos desagrada, por mucha repugnancia que uno sienta al jugarlos, seguirá ahí, esperando a que tengamos el estómago un poco más endurecido para poder pasarlo. Además, para hacerlo, tendremos que mirar la pantalla. Una vez más, sin importar lo que nos haga sentir mirar hacia ella. Un nuevo compendio de ascos y casquería para los amantes del terror basura. Saw se convirtió hace un año en franquicia de videojuegos con ese mismo propósito: el de llevar el asco morboso que sentíamos en el cine a un nuevo formato que te obliga a mirar, a sentir y hasta oler las barbaridades que a un grupo de dementes se les había ocurrido. Y, su secuela va por el mismo camino. No nos vamos a engañar: el juego, como juego que es, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Obviando la depravación que ocurre en cada segundo de metraje, Saw II muestra una especie de aventura, con algunos salpiconazos de acción bastante flojos, y cientos de puzzles, cada cual más tenebroso. Sí, el juego por el contrario es tosco, pobre en movimientos y en posibilidades. A veces es un poco repetitivo y ofrece poco o nada nuevo frente a su antecesor. Sin embargo, el morbo, ese delicioso morbo, acompañado por un diseño de sonido bien acabado y una perversión sin límites, consiguen atraparte. Aunque se a base de dar asco y grima por parte iguales, y una tonelada por cabeza. [[RELATED Wikipedia sobre Saw. Wikipedia sobre Saw II: Flesh & Blood [[/RELATED Saw II es asqueroso, zafio y se le ve el truco a kilómetros. Repite todos los esquemas una y otra vez. Es fácil y no demasiado largo. Pero las películas son aún peores y ya van por seis entregas. El juego consigue desesperar mientras desagrada. Pero, pese a todo ello, tiene un asqueroso y hediondo encanto. Digamos que, dentro de la perversión de otros grandes títulos de terror, consigue crear una sensación insana más fuerte que la de muchos otros juegos. Sí, Resident Evil da sustos, en Silent Hill andas como con los pies encogidos; en Alan Wake te entra un poco de sustilo con tanta oscuridad… Pero con Saw II lo pasas mal. Porque no quieres ver como a esa persona la revientan el cráneo, a esa otra la taladran el colodrillo o cómo esa peversa pinza creada por Jigsaw se cierra clavando centenares de clavos en la cabeza del protagonista. Aunque sea sólo por no verlo, por no oirlo, no sentirlo, te podrás más nervioso. No querrás mirar mientras te clavas un bisturí en partes de tu cuerpo buscando llaves que alguien te ha injertado en tu carne. Pero tendrás que hacerlo, porque si no lo haces, no sabrás que botones hay que pulsar, y si no o sabes, volverás a oír ese espachurrar de sesos y huesos. Por lo tanto, le vamos a dar el mérito de saber aprovechar el asco de toda una serie de películas para crear un videojuego que superar en tensión a muchos otros que lo intentaron con algo más de sutileza. Aunque, personalmente, el mejor consejo que se puede dar respecto a Saw II y su predecesor es, sin duda, que no se juegue. Así no tendrás que descubrir si sus infinitos golpes de dolor y sangre te resultan muy desagradables o, por el contra, sólo desagradables hasta la extenuación.