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Análisis
Hace un año Activision, con la licencia de James Bond en sus manos y sin nada aparentemente interesante que hacer con ella, en un momento en el que la saga cinematográfica, tras elevarse por los cielos con Casino Royale y acabar por estrellarse definitivamente contra el suelo con Quantum of Solace, decidió utilizarla de la mejor forma posible: recuperando Goldeneye, el título que lanzó hace década y media Rare para Nintendo 64. Para los que no sepan de qué va esta historia, Goldeneye consiguió notas impresionantes y sorprendió a propios y extraños con una nueva forma de entender la forma de integrar los shooters en primera persona en una videoconsola. Antes de Halo o de Call of Duty, Rare ya había enseñado al mundo que lo que hoy es el género prioritario en el mundo de las videoconsolas, ya era una realidad hace dos generaciones. Y, claro, el resto es historia.
El remake que planteó en su momento Activision cambiaba algunas cosas respecto al original. Evidentemente, el modo multijugador estaba más trabajado, los gráficos eran mejores (aunque tamizados por el filtro del topo de posibilidades de Wii) y la jugabilidad se había acomodado al Wiimote, aunque preferiblemente, el juego debería ser probado con el mando clásico de la consola. De hecho, el juego se vendía con una edición especial en la que se entregaba uno de estos mandos dorado.
Activision rescata la esencia de uno de los primeros shooters que funcionó correctamente en una videoconsola
Hoy, Activision rescata el clásico una vez más. Esta vez lo hace para Xbox 360 y Playstation 3 y con el objetivo de acercarse un poco más al público hambriento de Shooters y de Call of Dutys.
Visto en una consola en la que corre Modern Warfare 3, este juego pierde un poco el sentido. No ofrece nada nuevo, ningún espectáculo adicional, no es novedoso, porque todo lo que enseñó al mundo fue hace más de una década. El juego que ahora vemos, pese a lo que supuso en su momento, es una especie de pequeña copia de si mismo, de intento de hacer un Call of Duty con el personaje de Bond, pero en un momento en el que las tramas de espionaje importan más bien poco.
Sin embargo, debajo de todo el desinterés que puede crear en un primer vistazo, Goldeneye tiene todavía mucho que ofrecer. Digamos que tienes una fuente de agua pura, la mezcla perfecta de elementos, y que decides embotellarla e imitarla. Al final hasta le pones limón, le pones aromas, sabores y, mucho, mucho conservante. Eso son los juegos de hoy en día, agua embotellada y llenos de aditivos, algunos nocivos y otros inocuos. Y Goldeneye Reloaded muestra la receta original. Cuando llevas dos décadas jugando shooters no te paras a pensar cuando fue la primera vez que se tuvo esta u otra idea. Simplemente las asumes. Y, aunque todas las ideas que muestra Goldeneye son platos comunes, sabores familiares, es gratificante saber que prácticamente todas surgieron con él. No está nada mal que un día se reviva el espíritu de un clásico de su magnitud, que por muy superado que esté en estos momentos, dictase las normas que muchos han seguido a rajatabla. Goldeneye ofrece una trama absorbente, un uso muy acertado de los personajes y el argumento, grandes momentos y mucha acción. Puede parecer soso, puede parecer que no tiene unos gráficos demasiado evolucionados (ni en su versión actual), pero es la mejor oportunidad que tenemos de revisar la historia de los videojuegos, de conocer o revisitar los orígenes de todo. En el cine, en la literatura, en la pintura, en el cómic... En todas estas artes es fácil hacerlo, las técnicas han cambiado, pero la esencia es la misma. Y, bueno, para disfrutar de todo ello no necesitas tener un consola antigua o emular nada. Disfrutar ahora mismo de Goldeneye, en su estado primigenio, es poco menos que un suplicio, con gráficos infernales y controles que se han modificado acomodándose a lo que gusta ahora. Lo que Activision, y cada vez más compañías, nos ofrecen es una oportunidad única de disfrutar de algo pasado sin que se note demasiado la evolución. Y, por ello, damos gracias. Y, sí, pese a que Goldeneye, Halo, Ocarina of Time o The Secret of Monkey Island sean obras de arte de su momento, puede ser que no te gusten ahora. También hubo personas en su día que no supieron disfrutar de ellos. Pero, reconozcamos todos que, pese a todo, coge run videojuego y cambiarle un poco el motor gráfico y sus texturas no es lo mismo que hacer Psicosis en color con Anne Heche y sacar un plano de una vaca en mitad de algún asesinato. Y con eso, ya está dicho todo.