Assassin's Creed Valhalla: se filtran imágenes de su nuevo DLC
REPETIDOS HASTA LA SACIEDAD
Basta que un estudio se quede sin ideas para sacar partido de su videojuego, o que quiera seguir ciertas modas de otros éxitos, para encontrarnos con esa sensación de deja-vu. ¿Te has encontrado alguna vez con un momento “esto ya lo he jugado antes”? En los videojuegos es una experiencia muy habitual, especialmente en los últimos años, y en parte por culpa de ciertas malas prácticas instauradas.
Una de las más comunes es cuando los juegos quieren apuntarse cueste lo que cueste el género sandbox o también conocido como mundo abierto. Da igual que sea un juego de rol, acción o aventura. Aunque encajan como un guante en ciertas franquicias como The Elder Scrolls, en otras sólo podemos pensar que los mundos abiertos están introducidos con calzador.
Algo que suele coincidir con el afán de crear juegos de mundo abierto, es la preocupación enfermiza de que el jugador esté enganchado el mayor tiempo posible. ¿La solución para ello? Llenar el mapa de iconos. En las últimas entregas de Assassin’s Creed, o incluso con Cyberpunk 2077, lo hemos visto de forma exagerada. Deberíamos aprender que plagar el escenario de coleccionables no es sinónimo de diversión.
Las misiones secundarias son uno de los elementos más recurrentes y útiles de los RPG. Ayudan a la construcción de su mundo y crean cohesión. Pero un mal diseño de misiones puede arruinar la partida a cualquiera. La palma se la llevan los MMO, donde una historia épica con dragones y el mundo al borde de la destrucción, puede terminar convertida en una secuencia de misiones sobre recolección de flores. ¡Queremos más originalidad!