Las consolas retro mini que los jugadores piden a gritos (y que necesitamos en la estantería)
Análisis
Catherine es la prueba viviente de que en Japón todo vale. En él encontramos una completa amalgama de detalles, de géneros, de conceptos y de estilos que consiguen embriagarnos. Y, además, de verdad. O sea, con la consiguiente resaca, mareo y arrepentimiento del día siguiente. Catherine es capaz de hacernos sentir bien y luego ruborizarnos un poco. Es total.
Para empezar, este juego muestra una historia estilo manga adulto que mezcla situaciones cotidianas con momentos surrealistas. En un vecindario aparecen muertos jóvenes con cara de angustia. Corre al rumor de que todos han muerto porque han soñado que caían al vacío. Casualidades de la vida, tú, que eres el protagonista, vienes soñando últimamente con que, junto a unos hombres carnero, tienes que trepar por unas plataformas que flotan en el vacío. Por otro lado, en la vida real, todo es confuso: parece ser que tu novia desde hace años, Katherine, está comenzando a hablar de boda… Y en medio de la función aparece Catherine, que parece ser la reencarnación del deseo oculto, de la pasión sin ataduras…
De día tipo dubitativo que debe elegir entre dos mujeres, de noche hombre carnero que trepa por su vida. ¿Cuántos juegos hemos contado?
Podemos analizar Catherine desde muchos puntos de vista. Por ejemplo, gráficamente es atractivo, original, con un diseño curioso. El estilo manga es muy invasivo, pero queda perfectamente. Y acompaña con toques surrealistas cuando debe hacerlo. De igual forma, la música acompaña la acción de una forma magistral (sobre todo cuando no la hay, como en los finales de las fases de pesadilla, en las que una campana reiterativa puede acabar con tus nervios).
En los momentos más de aventura gráfica, en los días en los que tienes que tomar decisiones personales, todo también es surrealista. Transiciones cinematográficas extrañas, secuencias en las que muestran cualquier otro detalle menos el que importa en el plano (algo que hacen intencionadamente). Se nota que los creadores de Catherine (los autores del no menos surrealista Persona) han querido dar un toque auténtico y artístico a su nueva obra. Y, si no llega a ser por su tremendo atractivo visual y la originalidad de muchos aspectos de la propuesta, por supuesto, se habría quedado en las estanterías niponas para siempre, sin rozar siquiera un poquito de occidente.
Catherine es como si en Hamlet se mantuviese el mismo nivel de drama, pero lo que oliese a podrido fuese sólo el barrio de Chamberí.
Sin embargo, y pese a todo ello, el juego no termina de cuajar del todo o, al menos, no terminó de cuajar en el cerebelo de quien esto suscribe. Los argumentos son buenos, la idea es original, sin embargo, es un poco exagerada y llega a alejarse del jugador por tanta vuelta de tuerca. Sí, todos sabemos lo que puede significar dar un paso importante en la vida, en este caso el matrimonio, y lo estresante que puede ser tomar la decisión. Lo que pasa es que aquí todo acaba con conspiraciones de hombres carnero y se da vueltas de forma exagerada sobre la situación. Se magnifica tanto el problema que resulta un poco soso para la enjundia que le rodea. Es como si en Hamlet se mantuviese el mismo nivel de drama, pero lo que oliese a podrido fuese sólo el barrio de Chamberí.
El viaje interno del protagonista pasa enseguida a ser como un rumor, un rumrum que no para en todo el tiempo que estamos jugando. Las diferencias entre Catherine y Katherine son demasiado obvias, demasiado simples, no hay lugar a que tomemos partido de forma coherente.
Y, bueno, la carga erótica está ahí, pero, no sé vosotros, a mí los juegos eróticos con hombres carnero que trepan escaleras mientras suenan campanas, como que no me estimulan demasiado (en el sentido erótico, me refiero).
Ahora, es algo que hay que ver… Puede ser que una mente más abierta al toque manga valore el juego de otra forma.