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Análisis

Batman: Arkham City

Rocksteady vuelve a soprender con una nueva aventura de Batman llena de momentos alucinantes.

Hace un par de años salía al mercado un juego de Batman. No era más que un juego más. Uno de tantos que tomaba un personaje popular como excusa para vender sin hacer el más mínimo esfuerzo. O eso pensaron muchos, que se tomaron aquel lanzamiento como algo anecdótico.

Pero no lo era. Batman: Arkham Asylum era algo completamente diferente. Sus padres, los chicos de Rocksteady, con un currículo corto pero jugoso a sus espaldas (sólo habían realizado el magnífico Urban Chaos), decidieron demostrar que amaban a Batman y se esforzaron por hacerlo con el mejor videojuego basado en un superhéroe que jamás se había hecho.

Ahora, dos años después, les toca revalidar el título. No lo tienen fácil, porque es sencillo sorprender cuando nadie espera nada. Pero ahora, con Arkham City, Rocksteady tiene todos los ojos del mundo encima, esperando ver como han conseguido volver a elevar el mundo de los superhéroes a lo más alto del cielo de los videojuegos.

¿Qué tiene a favor Batman: Arkham City? Simplemente, que es la secuela de un gran juego. Además, que, una vez más, Paul Dini, el genial guionista de la serie animada de Batman sigue orquestando esta función. Por otro lado, tienen permiso absoluto para desenterrar todos los tesoros que el Hombre Murciélago tiene escondidos en la Batcueva tras 75 años de historia.

Batman: Arkham City rebosa amor por el Caballero Oscuro y todo su universo

En su contra, muchas cosas: cuando realizaron Arkham Asylum quemaron el potente cartucho de la cárcel psiquiátrico. También se utilizaron algunos personajes muy golosos, demasiado golosos, como El Joker y, sobre todo, El Espantapájaros (los mejores momentos de la primera entrega de este juego tienen a alguno de ambos presentes). Los personajes que nos quedan libres parecen menos interesantes, y da la sensación de que el juego va a acabar por defraudar cayendo en repeticiones y clichés.

Por suerte, los temores, por muy fundados que parezcan, se diluyen más o menos al minuto cero coma dos de cargar la primera partida del juego. La presencia de Catwoman, los potentes títulos de crédito, el magnífico comienzo del juego, los giros argumentales, la presencia de absolutamente todos los grandes personajes de la historia de Batman (no decimos quiénes están y quienes no, porque queremos mantener la sorpresa de algunas de las innumerables sorpresas que encontraremos en el juego)... Todo, por segunda vez, se pone al servicio del batfrikismo más absoluto. De hecho, tal vez, ese puede ser uno de los grandes escollos de este juego. Sin caer en demasiados spoilerismo, personajes como Solomon Grundy o Hugo Strange puden resultar un tanto ajenos para un público normal. A algunos, tal vez, les suenen Bane o Vicky Vale. Pero en este juego, todos y cada uno de estos personajes, se convierten en actores clave de la función. Puede ser que te suenen de algo, puede ser que no los conozcas de nada. O puede ser que te resulten tan familiares como Robin y Alfred. En todo caso, el nivel de “batmaniaquismo” puede llegar a resultar algo asfixiante para los que no sean capaces de captar todos los guiños. Y es que, sólo con ver las películas, no sirve, ni de lejos, para comprender del todo lo que está sucediendo tras los muros de esta prisión improvisada en medio de la ciudad de Gotham.

Batman: Arkham City es un homenaje aún mayor al personaje creado por Bob Kane que su antecesor. Todo respira amor por un personaje lleno de carisma. Todo el guión da a entender que nadie gana a Paul Dini en conocimiento del Caballero Oscuro. Por lo tanto, si tú también lo amas, tendrás varios tantos en lo que a adorar a fuego el fuego.

Pero, por supuesto, Arkham City es mucho más. Es un juego abierto de forma inteligente. Con muchas misiones seciundarias argumentadas, con lógica. Con mi misterios, con mil enigmas (valga la redundancia) de Enigma. En todo momento tienes la sensación de tener que hacer muchas cosas. Te metes en el traje de superhéroe y sufres por Bruce Wayne. Tiene demasiado trabajo, y muy poco tiempo para hacerlo bien. Como ocurría en la primera parte, ves que Batman estropea el traje, que sufre, que no es un superhéroe incombustible que todo lo aguanta. Pero, aún así, cuando te peleas con docenas de matones armados y les dejas comiendo el suelo, o cuando te escondes entre las sombras y vas acabando uno tras uno con todos, mientras ellos van asustándose cada vez más, notas toda su fuerza y su grandeza. En Arkham City siempre hay algo que hacer, incluso perder el tiempo. El crimen esperará en algunas ocasiones, mientras saboreas el cuidado trabajo de la recreación de la ciudad. Mientras escuchas, planeando, la sutileza de su música y los geniales diálogos de los matones de los villanos más malvados de la ciudad.

Evidentemente, el que estas palabras escribe, ama a Batman como personaje. Pocas de las miles de referencias que esconde el juego le resultan ajenas. Pero, de datos y de guiños no vive el jugador. Además, sigue siendo tan fresco como juego como su antecesor. Por todo lo cual, y sin temor a críticas o represalias, creemos que Batman: Arkham City es uno de los mejores juegos del año. Bello, bien diseñado, perfectamente narrado y tan rápido como mortífero. Una gran aventura que, sin embargo, nos deja un pequeño mal sabor de boca. Y es que, queda demasiado para una tercera entrega. Habrá que seguir cultivando acertijos por los tejados de Gotham. Aunque, amigos de Rocksteady, si siguen poniendo el listón tan alto, creemos que no van a poder superarse demasiado pronto. Para empezar, para una tercera entrega, ya no han dejado apenas enemigos. Y, de los buenos, menos. A ver que nos preparan entonces.

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