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LO MÁS EXTRAÑO
Corea del Norte es uno de los países más atípicos del mundo. Visitarlo es posible, pero bajo unas estrictas medidas de seguridad que controlan todo lo que puedes y no puedes hacer. Su régimen mide al milímetro la información sobre su país y desobedecer cualquiera de sus normas es muy peligrosos para los turistas y los periodistas que lo visitan. Pero si es peligroso para los turistas, imaginaos cómo debe de ser para sus residentes. La mayoría viven bajo un estricto código de conducta que, de romperse, podría significar incluso la cárcel y la muerte.
Los líderes del país desde hace décadas, ahora en manos de Kim Jong-un, han moldeado el territorio y la población a su medida, estableciendo normas que ahora nos sonarán incluso absurdas. Y es que para los coreanos sus representantes no son líderes políticos, son tratados casi como divinidades en la Tierra con poderes sobrenaturales.
Por ello, la ley que entró en vigor en Pyongyang a mediados de 2014 y que impide que las personas puedan realizar un corte de pelo como quieran, no es cuestionada por la población. Y es que en Corea del Norte hay tan solo 28 estilos oficiales para cortarse el cabello, 18 para las mujeres y 10 para los hombres, y todos deben seguir estas mismas pautas por ley.
Lo mismo sucede con las zonas horarias. Corea del Norte quiere diferenciarse de todos los países que la rodean, de los cuales tiene poco trato amigable con casi todos. En 2015 se hizo efectiva una medida para adoptar su propia zona horaria, atrasando sólo 30 minutos su horario anterior. Esto le permitía no tener el mismo horario que Corea del Sur o Japón.
La amenaza de una guerra es una posibilidad real para Corea y sus enemigos, especialmente desde que Trump está en la casa blanca y responde a las amenazas de Kim Jong-un. Debido a este miedo el metro de Pyongyang es el más profundo del mundo, ya que no sólo sirve para transportar a los ciudadanos, también es un refugio antiaéreo.
El transporte público es prácticamente inexistente en el país. El motivo es que el viaje entre ciudades para los ciudadanos del país no está permitido sin obtener los permisos permitidos. Por último y en el colmo de sus excentricidades, los líderes coreanos secuestraron al director de cine Shin Sang Ok y a su esposa para que les hiciera películas. Un par de años más tarde lograron escapar de su cautiverio.