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TERRIBLE LEYENDA
Dependiendo del país en el que estemos, el verano quizás no termine en agosto y las buenas temperaturas aún permanezcan unas cuantas semanas más. Ir a la playa en septiembre es para muchas personas muy positivo con grandes ventajas, por lo que retrasan sus vacaciones todo lo posible para evitar las multitudes, las playas repletas de personas y las grandes caravanas, pudiendo disfrutar igualmente de una temperatura bastante templada.
Esto que para algunos en Occidente es bastante habitual, es imposible de realizar para muchas personas japonesas, al menos si creen en las leyendas y mitos de su país. La cultura nipona está completamente influenciada por una serie de mitos y otro tipo de leyendas y criaturas del folclore que aún se mantienen en nuestra época, aunque por supuesto poco a poco se va perdiendo -como ocurre en la mayoría de países desarrollados-.
Una de estas leyendas impide a los japoneses bañarse en la playa una vez terminado agosto y comenzado el mes de septiembre. De hecho, aunque sea un día maravilloso de sol y calor, es muy probable que las playas niponas estén vacías a partir de septiembre. Muchos de ellos por puro miedo de ser víctimas de una antigua maldición.
Cuenta la tradición japonesa más macabra que si te bañas en la playa a partir del 1 de septiembre tus antepasados pueden aparecerse en el agua y atacarte. Sí, los antepasados atacarían a sus descendientes que incumplen esta norma para arrastrarlos con ellos al fondo del mar, tomando la forma de una medusa y llevándolos hasta el otro mundo. Sin duda se trata de una visión terrible que nadie querría experimentar.
Como en la mayoría de los países, estas leyendas que infunden un terrible miedo especialmente a las personas más jóvenes y niños, están creada por los adultos para provocar algo concreto -una forma bastante antigua de educar-. En este caso la leyenda mantenía alejados a los más pequeños de la playa después del verano, momento en el que los socorristas ya no se encuentran vigilando las playas. Es mucho más peligroso, así que tradicionalmente se les metía el miedo en el cuerpo a los niños y niñas niponas.